lunes, 25 de junio de 2007

Carta de Agustín a mis hijos.

julio-26-1996

Doña Alejandra de Aguilar y Sámano, archiduquesa de las provincias todas de Guerrero.
Don Gerardo de Aguilar y Sámano, subcomandante plenipotenciario y pedicurista mayor de Pie de la Cuesta. (*)


Distinguidas Eminencias:

Desde este Valle del Anahuac, legendario y singular, que antaño fue morada de la Gran Tenochtitlan, os escribo, amadísimos sobrinos, para preguntaros si ya os lavasteis vuestro noble ombligo, vuestros reales dientes y la ponderada coliflor. Es de buena cuna y leche impar no sólo cultivar la higiene sino también atender los rincones más oscuros de vuestra pequeña humanidad.
Dejando a un lado lo anterior, que espero sabréis responder afirmativamente, sólo deseo solicitaros un pequeño pero importantísimo favor, carísimas y breves pirinolas (aunque esto de la brevedad acaso sea una travesura de la memoria, pues supongo que en todo este tiempo de ausencia ya habreís crecido más de lo que imagino). El favor consiste en pediros que alimenten su alma con sonrisas cotidianas de sus simpatiquísimos padres, responsables de su estancia en este mundo. Pero cómo sacar esas sonrisas, me preguntaréis. Fácil, muy fácilmente: con besos cariñosos y espontáneos, con conductas ejemplares como la de lavar vuestros platos, tender vuestras camas y limpiar vuestros aposentos.
Yo, humildemente, desde este Valle, prometo visitaros más pronto que tarde para llevaros algunas sorpresas tan humildes como mi persona.
Os ama profundamente
Su tío
Don Tino de la Nápoles.

P.D. COMO HERALDAS DE LA BELLEZA Y LA PROFUNDIDAD ANIMICA, OS ENVIO A LA DUQUESA BEATRIZ DE LA CONCEPCIÓN Y A SU DELICADA HIJA LA INFANTA MARÍA JOSE DE LOS GONZALEZ Y AGUILAR, EXQUISITAS SEÑORAS QUE SABRAN LLEVAR LAS NOTICIAS DE LO QUE POR ESTOS RUMBOS ACONTECE.

(*) se refiere, por supuesto, a la uña encarnada que sufria Gerardo de manera crónica.

Mamá


Allá por 1947, cincuenta años antes de morir, esta mujer escribió los siguientes versos a mi padre, Agustín Aguilar Rodríguez:

Como rosa que al sol se abre,
como rocío que se estremece,
así mi alma desfallece,
por alcanzar tu divino amor.

Qué grande ante mi vista es
el oyamel que hoy nos cubre,
tal parece querer en su altivez
tocar con su punta el cielo.

Al igual que el oyamel,
en un esfuerzo supremo
quiero tocar mi cielo,
quiero el imposible... a ti.

Mas si todo en vano es
y a mí, como al campo, el hielo me matara,
antes de morir te dijera:
muero pensando en ti.
(nota de Agustín Aguilar Tagle)

martes, 19 de junio de 2007

Mamá